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UN MENSAJE SIN FINAL

 

Hace días le quise poner fin a mi agonía. Mi mente pesaba más de lo normal.


Las esperanzas se esfumaban cual conejo en el país de las maravillas, encausando a mi conciencia de todo mal, vi cómo se acercaba con su velo negro y su olor azufre.


Vuelven, colgadas a la hoz de la muerte, mi soledad, agonía y ansiedad, vuelven todas juntas a demostrarme que ni tratando de quitarme la vida demostraba cobardía o valentía, solo desesperación.


Anoche la historia se oscureció, pero por la mañana, los matices se oscurecieron aún más, recordé cuando despertaba, sonreía y comprendía que no solo en los cuentos existen las maravillas.


Es imposible saber que sucede entre el paso del tiempo, cuando lidias con un trastorno cognitivo-conductual desde los 17.

 

Es difícil mantener la calma ante un pánico constante.

Solo un minuto basta para dejar de respirar.

 

Soy preso de mis propios pensamientos, me toman entre sus brazos, me arrullan como a un pequeño infante, se acercan a la estufa y me queman las fuerzas.


Es un infierno episódico, no me interesa nada, pero a la vez me preocupa todo, a veces ya no sé qué es peor, sentirme vacío todo el día o sentirlo todo hasta que caiga la noche y esos mismos pensamientos me cercenen la garganta.


No quiero, pero se apresura, llegará ese momento en el que moriré, espero que mi legado solo sean estas letras, que al leer algunas, sin dudarlo, sonrías, porque estaba enamorado o feliz, al menos eso pretendía hacer creer.


No espero me recuerden como una leyenda, lo único que quedara de mi serán imágenes y versos que fui construyendo, ojalá ese sea mi legado, un obsequio que le brindo al mundo sin dejar de ser mío. 


En los textos dejo sentimientos que no pude disfrutar, un montón de vida atrapada en escritos. 


De las drogas digo poco, no las necesito para provocar una sonrisa maldita, déjalas a quien busca ser feliz. 


Escribía para desahogarme, ahora escribo para no sentirme solo, llevo tantos días sin hacerlo, tantos que entre mi ansiedad he perdido el camino, escribía para mí, sin darme cuenta, me abrí a compartirlo con el mundo, escribía para despertar esa parte dormida, pero al dejar de hacerlo, ahora vivo en un vació sin saber quién soy.


 He lidiado tanto con la muerte que, en estos momentos, una ida sería solo un daño leve, no hay peor castigo que enjaularse con mi mente, poco a poco se suspende la chispa, poco a poco el letargo consume este cuerpo, mis alegrías, mis ganas de vivir, recuerdos, personas, nada importa cuando la burbuja explota y mis sueños expiran.


Si tuviste el tiempo para leer esto, posiblemente mi cuerpo se encuentre sin vida, dormido o viviendo en eterna agonía, te seré sincero, solté cientos de lagrimas al plasmar estas 650 palabras, pero al terminar de escribirlas, las ganas del suicido menguaron, sin embargo, esta fue la carta mas cercana a mi muerte.


No espero darle un final a este mensaje, pero si algún día cierro mis ojos precozmente ante el vasto universo, no me llames cobarde, tampoco ignorante ni mucho menos valiente, en tu corazón guarda los momentos buenos que pasamos, mi estrella perdió su brillo hace mucho tiempo, por ahora solo trato de sobrevivir con una sonrisa que me revuelve el estómago.


Si algún día, como hoy, me despido para siempre, nunca olvides que ahora soy lo que tanto anhele:


Una estrella que palpita en la tranquilidad, una luz en el manto de la noche, un soñador bohemio que dio al mundo un poco de arte, una muestra de que un par de versos pueden salvar una vida.


Por ahora, puedo decir, que al igual que en mis obras anteriores, purgue mi alma, deje de lado mi soledad, y al terminar esto, el suicidio murió. Agradecido de seguir vivo y con ánimos de seguir mas tiempo aquí.

 


 

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